Auguste reading to her daughter, Mary Cassatt
Beatrix no creía que una niña de cuatro años fuese demasiado joven para hablar de Linneo. De hecho, Beatrix comenzó la educación formal de Alma casi en cuanto pudo mantenerse en pie. Si los hijos de otras personas podían aprender a cecear oraciones y los catecismos en cuanto empezaban a hablar, entonces (creía Beatrix) su hija sin duda podría aprender cualquier cosa.
Como resultado, Alma sabía contar antes de cumplir cuatro años... en inglés, holandés, francés y latín. Se hizo especial hincapié en el estudio del latín, pues Beatrix creía que nadie que desconociese esta lengua podía escribir una frase correcta en inglés ni en francés. Hubo una temprana aproximación al griego también, aunque no con tanta premura. (Ni siquiera Beatrix creía que una niña debía dedicarse al griego antes de los cinco años). Beatrix tuteló a su inteligente hija en persona, y con satisfacción. «Es inexcusable que un padre no dedique el tiempo necesario a enseñar a pensar a su hijo», sostenía. Además, Beatrix creía que las facultades intelectuales de la humanidad habían sufrido un deterioro constante desde el segundo siglo anno Domini, por lo que disfrutaba de la sensación de dirigir un liceo ateniense privado en Filadelfia solo para provecho de su hija.
La firma de todas las cosas, Elizabeth Gilbert
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