2 de marzo de 2014

Educación clásica en la literatura

 Sir Lawrence Alma-Tadema's Library in Townshend House, London, por
Anna Alma-Tadema (1884)

Acerca de la educación de Alma Whittaker, en La firma de todas las cosas, de Elizabeth Gilbert:

Durante el primer año de Arthur Dixon [el tutor privado de las niñas], Beatrix [la madre de las niñas] a menudo se sentaba en el aula, mientras tejía en un rincón, para comprobar que Arhtur no cometía errores de bulto y que no trataba a las niñas de manera impropia. A la sazón, quedó satisfecha: el joven Dixon era un genio académico perfectamente aburrido, que no aparentaba poseer ni un atisbo de inmadurez ni de sentido del humor. Podía confiar plenamente en él, por lo tanto, para enseñar a las jóvenes Whittaker, cuatro días a la semana, un curso de filosofía natural, latín, francés, griego, química, astronomía, mineralogía, botánica e historia. Alma también hacía deberes especiales de óptica, álgebra y geometría esférica, de los cuales, gracias a un raro gesto de misericordia de Beatrix, Prudence estaba exenta.

Los viernes había un cambio en el horario, pues venían un maestro de dibujo, un maestro de baile y un maestro de música para pulir el programa educativo de las niñas. Por las mañanas, las niñas debían trabajar junto a su madre en su jardín griego privado: un triunfo de las matemáticas y de la belleza que Beatrix intentaba, mediante senderos y esculturas vegetales, organizar según los estrictos principios de la simetría euclidiana (todas las bolas, conos y complejos triángulos, recortados, enhiestos y exactos). Las niñas también debían dedicar varias horas a la semana a mejorar sus labores de costura. Por la noche, Alma y Prudence eran sentadas en la mesa de las cenas formales y debían conversar inteligentemente con invitados procedentes de todo el mundo. Si no había invitados en White Acre, Alma y Prudence pasaban las noches en el recibidor, despiertas hasta tarde, ayudando a su padre y a su madre con la correspondencia oficial de White Acre. Los domingos eran para la iglesia. A la hora de acostarse había una larga serie de oraciones nocturnas.

Aparte de eso, podían hacer con su tiempo lo que les viniese en gana.