Charles Darwin a los 6 años (detalle), Ellen Sharples, 1816
No siempre una educación clásica es la mejor para todo el mundo.
Esto es lo que cuenta Charles Darwin de sus años escolares en su Autobiografía, que estamos ahora leyendo en voz alta:
Nada pudo ser peor para el desarrollo de mi inteligencia que la escuela del doctor Butler, pues era estrictamente clásica, y en ella no se enseñaba nada, salvo un poco de geografía e historia antiguas. Como medio de educación, la escuela fue sencillamente nula. Durante toda mi vida he sido singularmente incapaz de dominar ningún idioma. Se dedicaba especial atención a la composición poética, cosa que nunca pude hacer bien. Tenía muchos amigos, y juntos conseguimos una buena colección de versos antiguos, que podía introducir en cualquier tema, combinándolos, con la ayuda de otros chicos a veces. Se dedicaba mucha atención a aprender de memoria las lecciones de los días anteriores; esto lo podía hacer con gran facilidad, memorizar cuarenta o cincuenta líneas de Virgilio u Homero mientras estaba en la oración de la mañana; pero tal ejercicio era completamente inútil, pues se me olvidaban todos los versos en cuarenta y ocho horas. No era perezoso, y, por lo general, excepto en versificación, trabajaba concienzudamente mis clásicos, sin recurrir al plagio. La única alegría que he recibido de tales estudios me la han proporcionado algunas de las odas de Horacio, que admiraba grandemente.
Los intereses de Darwin eran la ciencia experimental, las colecciones, la caza y la pesca entre otros. De su paso por la Universidad de Edimburgo dice esto:
La educación en Edimburgo se impartía enteramente en forma de lecciones magistrales, que resultaban intolerablemente aburridas, a excepción de las de química de Hope; pero, en mi opinión, este sistema de enseñanza no presenta ninguna ventaja y sí, en cambio, muchas desventajas, en comparación con el que se basa en la lectura.
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