Teseo ató un extremo de la cuerda a la entrada y se introdujo en el laberinto, deshaciendo el ovillo a medida que avanzaba, y olvidándose de todo salvo del Minotauro.
Teseo avanzó a tientas en la oscuridad. Era cierto: sin la cuerda, enseguida se hubiera perdido en el laberinto de intrincados pasadizos.
Qué pasada, está precioso ese laberinto.
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